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jueves, 10 de diciembre de 2015

El gran cuaderno, de Agota Kristof

Tras leer El gran cuaderno es inevitable que surja en la mente del lector otra obra literaria, en concreto El extranjero de Albert Camus. Y es que lo que se le achaca en muchos casos a la novela del francés, la supuesta deshumanización del protagonista (ese inicio: "Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.") que no es tal, como comprobamos en una soberbia segunda parte, sí es adecuada para la novela de Agota Kristof. La prosa seca, directa, "robotizada", va acompañada de la ausencia de sentimientos por parte de los protagonistas, de las acciones puramente racionales (teniendo en cuenta la mente de los protagonistas). Por lo tanto la obra conmueve y causa escalofríos por ese automatismo en las acciones guiadas exclusivamente por la lógica. Organizada en capítulos cortos (cada uno se puede leer como una fábula cruel), va mostrando la vida de unos gemelos narrada/anotada por ellos mismos, estando la guerra siempre como telón de fondo o más bien personaje principal (se nos describen escenas realmente aterradoras).

Obra sobresaliente y terrible.

Una de las escenas más impactantes:

El oficial coge a nuestra madre en sus brazos, pero ella le rechaza. El oficial va a sentarse en el jeep y pone el motor en marcha. En ese momento exacto se produce una explosión en el jardín. Después vemos a nuestra madre en el suelo. El oficial corre hacia ella. La abuela quiere apartarnos. Dice:
-¡No miréis! ¡Entrad en casa!
 El oficial jura, corre a su jeep y se va como una exhalación.
 Nosotros miramos a nuestra madre. Los intestinos se le salen del vientre. Está toda roja. El bebé también. La cabeza de nuestra madre cuelga encima del hoyo que ha hecho el obús. Sus ojos están todavía abiertos y mojados de lágrimas.
 La abuela dice:
-¡Id a buscar la pala!
 Ponemos una manta en el fondo del hoyo y colocamos encima a nuestra madre. Sigue llevando al bebé apretado contra su pecho. Las tapamos con otra manta y después llenamos el agujero de tierra.
 Cuando nuestra prima vuelve de la ciudad pregunta:
-¿Ha pasado algo?
 Nosotros decimos:
-Sí, un obús ha hecho un agujero en el jardín.

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