Valencia, fútbol y otras cosas

sábado, 19 de julio de 2014

La desbandada de la troupe

Piezas importantes que hicieron soñar y vibrar a la afición valencianista, en una UEFA irrepetible por la carga emocional y anímica que la acompañó, volaron ya de tierras valencianistas, y alguna otra está a punto de hacerlo. Primero fue Seydou Keita quien no renovó el contrato, en gran parte porque recibió una oferta mejor -económica y deportiva-, aunque a uno le queda la sensación que los dirigentes del Valencia no hicieron cuanto pudieron -y debieron-, al menos para que el futbolista se sintiera valorado. Una lástima porque en sus minutos demostró tener mejor cabeza que el propio entrenador y ofreció un rendimiento acorde a lo que se esperaba de él. Un veterano honesto y ganador, para enseñar a los más jóvenes cómo hay que sentir y jugar al fútbol, que no estará esta temporada. También se marchó Juan Bernat, que a mi juicio fue otro de los mejores de la temporada pasada, logrando adaptarse a la perfección al lateral izquierdo -aunque con carencias en las que mejorar, sobre todo en la faceta defensiva-, cuya renovación ya llevaba tiempo "enquistada"; acababa contrato a final de temporada. Dejó dinero en la arcas del club (se comenta que 11 millones de euros), pero uno que proyectaba en su cabeza una banda izquierda ocupada por Gayà y Bernat (permutándose y cambiando roles entre sí en el transcurso de los partidos) se queda un poco desilusionado y de nuevo con la sensación que desde el club no se hizo todo lo que se debiera en su debido tiempo. Jérémy Mathieu, el mejor jugador valencianista de la temporada pasada, también parece tener pie y medio fuera de Mestalla. El jugador ya ha expresado públicamente su deseo de marcharse el Barcelona, las desavenencias entre clubes (por no pagar uno lo que pide el otro) son el obstáculo que de momento mantiene a Mathieu como jugador che. Uno, que quedó impresionado por el rendimiento del Cyborg francés, entiende que Jérémy desee salir de esta jaula de grillos que es el Valencia; puede ser su última oportunidad para aspirar a grandes títulos, aunque por otra parte, siente pena pensando que podría convertirse en uno de los referentes de la actual generación de chavalines valencianistas, como lo fueron para mí gente como Claudio López, Mendieta, Baraja o Carboni (a Albelda no lo cito porque pesan más sus últimas temporadas arrastrándose sobre el césped (¡qué diferencia con Keita!) y chupando del bote, su falta de ambición y sus procederes extradeportivos). Dos de esos jugadores fundamentales, que en sus altibajos, hicieron que alcanzáramos la euforia y nos invitaron a soñar con un futuro lleno de dignidad, partieron hacia lejanas tierras, un tercero está en camino. ¿Será el último? Parejo y Alcácer son los otros integrantes que yo incluiría en esta "columna emocional", con la posible adición de Gayà -si ofrece lo que se espera de él, que no es precisamente poco-.

Perder el honor.
Días después de que se ratificara públicamente la continuidad de (y confianza en) Pizzi se le pega el hachazo porque no es del agrado de Jorge Mendes (y Peter Lim). El Valencia está en una situación delicada donde todo parece indicar que el ricachón Lim se hará con la mayoría de las acciones y se compromete a que el Valencia pague la deuda a Bankia, entre otras cosas, aunque todavía quedan demasiados "flecos" por solucionar; situación que tenemos que agradecer en gran medida, a los poderosos políticos valencianos, cuyo egotismo sólo está a la altura de su estupidez y abyección, y que todo lo que tocan -a excepción de sus cuentas corrientes- lo hunden. Salvo se ha convertido en algo así como una marioneta de Lim, y para contentarlo se retractó de lo dicho previo pago de 1,5 millones de euros procedentes de las arcas del Valencia). Pizzi a la calle y Nuno, representado por el propio Mendes, nuevo técnico del Valencia. Sin ser gran devoto de la labor de Pizzi (tuvo algunos claros y muchas sombras, a mi juicio, aunque también llegó en unas circunstancias estrambóticas), creo que es grave que una palabra se quede sin valor de un día para otro.

Llegan tarde con Alcácer. Uno de los mejores y más ilusionantes jugadores de la temporada pasada sigue siendo de los que menos cobran de la plantilla, a pesar de su rendimiento. Un futbolista al que se le tenía que haber ofrecido una mejora de contrato al finalizar la temporada todavía sigue con el mismo, síntoma de no saber valorar lo que uno tiene en casa. Después, cuando sea tarde, nos sorprenderemos (los seguidores valencianistas) de que no quiera renovar o que se quiera largar a otro equipo, es lo que sucede cuando no se considera en su justa medida y a su debido tiempo a un futbolista que, para más inri, procede de la cantera. ¿Y Gayà? Pienso que si se cuenta con él como jugador del primer equipo debería cobrar como tal, y por tanto, debería mejorársele el contrato; no me refiero a cifras desorbitadas, sino a cifras bajas pero de futbolista de primer equipo. En la lógica hoemaniana (oséase, la mía) hay que cuidar y mucho a los canteranos, sobre todo a los que desde el club se piensa que pueden convertirse en futbolistas importantes del primer equipo, por razones que podría resumir en: 1. Siempre es un orgullo contar con jugadores de nivel crecidos en tu casa; 2. Es una forma de recuperar el dinero, mimo y tiempo invertidos en la propia cantera (si no... ¿para qué?); 3. No suponen desembolso en forma de traspaso (aunque supongo que esto es un punto en contra en el mafioseo que domina los entresijos del fútbol). Para mí, desde la barrera y sin conocer las diversas situaciones, resulta sencillo: a) Jugador del primer equipo definitivo: mejora de contrato con sueldo bajo + pluses por objetivos (y ampliación de contrato o cláusula en caso de considerarlo oportuno); b) Jugador que ha dado un rendimiento óptimo o muy bueno: nueva mejora de contrato, la cifra (y pluses) dependiendo del propio rendimiento y proyección de futuro valorado por los propios profesionales. Alguna vez el club podrá equivocarse, como es el caso de Guaita (aunque en su día el Valencia pudo haber sacado dinero por él; lo cierto es que poca gente imaginaba -entre los que me incluyo- su caída en el rendimiento), pero también se equivoca con fichajes que suponen desembolso económico y en general una ficha muy superior a la merecida en estos fracasos (por ejemplo, Víctor Ruiz, con el que también me llevé una importante decepción (y al que sobrevaloré), Ricardo Costa, Hélder Postiga o Dorlán Pabón).

El esperpento del comunicado. Con la llegada de André Gomes el Valencia CF volvió a hacer el ridículo con un comunicado oficial que decía algo así como que llegaba cedido gracias a la sociedad de Peter Lim, en plan pelota, como si Gomes fuese un "crack" a día de hoy (cuando es un futbolista que promete mucho pero que ha demostrado poco), además hay que remarcar lo de que llega como cedido: si ofrece un buen rendimiento el Valencia no verá ni un duro en caso de venta. Son tiempos duros para los valencianistas.


Hoeman, Valencia a 19 de julio de 2014.

martes, 1 de julio de 2014

Seducido por Modiano



En mi primer Modiano quedé seducido por la autobiografía ficcionada o lo que sea En el café de la juventud perdida. Patrick Modiano, haciendo uso de una prosa envolvente, sugiere a la mente un mundo romántico, imaginado, anhelado, idealizado, pasado. Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, o cuanto menos, se recuerda mejor; la juventud perdida, las horas indecisas que volaron, los incorruptibles e interminables sueños en puridad. Tras esta nouvelle se esconden tres grandes protagonistas: una mujer, la ciudad y los tiempos de juventud; con todo lo que implican. Louki es el centro humano del relato -que se desarrolla desde distintos prismas-; Louki es probablemente el amor expirado de Modiano, amor literario que se dirige a nuestras entrañas para hacernos recordar el nuestro, el mío, al que llamaremos Marta para confundir, porque Martas las hay muchas en Valencia, aunque en la que pienso sea única en mi cabeza, y probablemente sea mejor de esta manera, ya que su solo recuerdo me hace acordarme de cuando era (más) joven e inocente y creía en tantas cosas que la edad y las experiencias han tirado al traste; su mero recuerdo me hace recobrar una esperanza latente, cabizbajo por tener el presentimiento, o la certeza, de ser un espejismo, un espejismo dulce y prometedor en todo caso, y que alimenta cierta voluntad de VIVIR con mayúsculas, o en su defecto, de soñar con una VIDA en mayúsculas. Ebrio de recuerdos y sensaciones y esperanzas, esta rememoración intencional de Modiano no puede más que labrarle simpatías y admiración por parte del lector. Después está la ciudad de París, reflejada con una magia especial: con sus zonas neutras, sus cafés, y sus gentes; que a su vez hace proyectar, en mi caso, la ciudad de Valencia; preciosa como ella sola. Uno que no se cansa de caminar por las calles y callejones de Valencia; uno que gusta de perderse por sus latitudes, de acelerar el tiempo mientras disfruta del sol, de edificios, de los pequeños negocios con encanto especial ubicados en los lugares más insospechados; no puede más que verse reflejado en los narradores-protagonistas de Modiano, sensibilizado ante la empatía, o mejor, telepatía con lo escrito. Siento, o creo sentir, lo que leo. Tercero, la nostalgia hacia el pasado, hacia los tiempos de mocedad; cuando el vigor y los impulsos y la ansiedad por descubrir y la ausencia de preocupaciones banales definían el comportamiento. Todos (los que seguimos vivos) tenemos un pasado, hemos tenido una primera juventud con alegrías y penas y que ahora forma parte de nuestros recuerdos; recuerdos ficcionados, modificados, adulterados, posiblemente; nuestros recuerdos, esos que despiertan nuestro cariño y nos dejan un sabor alegre y triste al mismo tiempo, melancólico.

En el café de la juventud perdida de Patrick Modiano es una obra sencilla cuya principal virtud es evocar su propia vida en la mente del lector a través de lo narrado. El prefacio, la cita de Guy Debord, ya avisa inequívocamente de lo que nos espera: "A mitad del camino de la verdadera vida, nos rodeaba una adusta melancolía, que expresaron tantas palabras burlonas y tristes, en el café de la juventud perdida." Quiero ir un poco más allá y rescatar algunas de las citas que más me conmovieron:

Era un parroquiano muy discreto de Le Condé y siempre me quedaba un poco aparte y me contentaba con escuchar lo que decían todos los demás. Me bastaba. Me encontraba a gusto con ellos. Le Condé era para mí un refugio contra todo lo que preveía que traería la grisura de la vida. Habría una parte de mí mismo -la mejor- que algún día no me quedaría más remedio que dejar allí. (p. 26)

Sí, claro que lo entendía. En esa vida que, a veces, nos parece como un gran solar sin postes indicadores, en medio de todas las líneas de fuga y de los horizontes perdidos, nos gustaría dar con puntos de referencia, hacer algo así como un catastro para no tener ya esa impresión de navegar a la aventura. Y entonces creamos vínculos, intentamos que sean más estables los encuentros azarosos. (p. 44-45)

Ahora me doy cuenta de que no era sólo una línea de conducta lo que buscaba al leer los fascículos verde pálido y la biografía de Louise de la Nada. Quería evadirse, huir cada vez más lejos, romper bruscamente con la vida vulgar para respirar el aire libre. Y, además, también estaba aquel pánico que entra de vez en cuando al pensar que las comparsas que hemos dejado atrás pueden volver a encontrarnos y pedirnos cuentas. (p. 105)

Por cierto... Me acuerdo muchas veces de Louki... Sigo sin entender por qué... (...) Menuda tontería le estoy diciendo... No hay nada que entender... Cuando de verdad queremos a una persona, hay que aceptar la parte de misterio que hay en ella... Porque por eso es por lo que la queremos, ¿verdad, Roland? (p. 119)

Y el círculo, la espiral, o lo que sea, se cierra. Como uno imagina, como uno hacía cuando era pequeño en las historietas que escribía en la escuela. La forma definitiva.