Valencia, fútbol y otras cosas

domingo, 27 de diciembre de 2015

La exuberancia del culo

Mientras paseaba tranquilamente, sujetando su Dinesen con ambas manos, una irrupción interrumpió la lectura del paseante, obnubilado ante la presencia del mejor culo jamás avistado. Se contoneó delante de sus ojos, que quedaron hechizados e hipnotizados por la curvatura afrutada y el contoneo extasiante de dicha criatura con vida propia. Cada vez que daba un paso los pliegues se marcaban en la ajustada falda y todos los órganos y sentidos del admirador se erizaron; resultaba imposible resistirse ante tal belleza y voluptuosidad. En aquel momento, hubiese dado igual que la portadora hubiera tenido un horrendo rostro o peor aún, que su espíritu estuviese poseído por el mismísimo diablo, el placer visual obtenido fijaba toda la atención en el Dios Culo, la imaginación atravesaba todas las células, su visión se tornaba iridiscente, lisérgica. Incluso hubiera dado lo mismo que del elemento supremo emanase el olor más nauseabundo del mundo, empero para el extasiado voyeur se hubiese tornado en la más exquisita fragancia de rosas. «No hay nada que se pueda comparar con un gran culo, ni tan siquiera los senos más hermosos del mundo o el rostro más vicioso de cuántos existieran podrían competir con un gran culo», se dijo el caminante para sus adentros, una vez el culo que revolvió todas sus entrañas hubo desaparecido. Ya más sereno, en casa, aunque todavía con la imagen imborrable en su mente, reflexionó: «En realidad, un culo es suficiente para enamorar a una persona. No importa el carácter, la personalidad, la guapura, la inteligencia, la bondad, el atrevimiento, la valentía, la simpatía, la conversación, etc. si se trata de un gran culo»; a continuación «por un culo se han destuido Imperios, se han malogrado innumerables vidas, se ha ofendido a los Dioses, cuando se trata de un culo, el único Dios es el mismo culo»; y para terminar «la supremacía de los culos frente a cualquier otro factor en el mundo de los hombres es exultante».

domingo, 13 de diciembre de 2015

Domingos de agosto, de Patrick Modiano

Si algo borda Modiano es que el lugar donde ocurre lo narrado se convierte en un personaje importante más, que cobra vida en la historia, transmitiendo cierta sensación de nostalgia. En Domingos de agosto ese lugar vívido es Niza. Lo que en principio parece una historia de (des)amor se convertirá en novela negra, al ritmo de la prosa envolvente del autor, que logra captar el interés del lector e introducirlo en su mundo de desechos, de perdición, de infelicidad; de presente desdichado ante la vista del pasado. Si bien su estilo es reconocible e inconfundible, se trata de una obra menor, que parece terminada (¡o incluso ya empezada!) a la carrera o con ausencia de ideas. Seduce pero no conmueve. No obstante siempre resulta recomendable deleitarse con la prosa y las atmósferas que inventa Modiano.

Rescato dos citas de la breve novela que encierran mucho más de lo que a priori expresan:

"A veces basta con unos pocos años para acabar con muchas pretensiones." (p.27)

"Pero nada más regresar me volvía la confianza. Sylvia leía (...) Mientras estuviera conmigo, no tenía nada que temer." (p.41)

Todos los que tenemos cierta edad somos conscientes de que muchos de nuestros sueños y anhelos de juventud se han resquebrajado ante la imposición de la "vida adulta" en sociedad; y además, hemos experimentado esa sensación de ser invencibles, de atesorar una confianza sublime, en compañía de una persona especial, con la que sentimos complicidad.

jueves, 10 de diciembre de 2015

El gran cuaderno, de Agota Kristof

Tras leer El gran cuaderno es inevitable que surja en la mente del lector otra obra literaria, en concreto El extranjero de Albert Camus. Y es que lo que se le achaca en muchos casos a la novela del francés, la supuesta deshumanización del protagonista (ese inicio: "Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.") que no es tal, como comprobamos en una soberbia segunda parte, sí es adecuada para la novela de Agota Kristof. La prosa seca, directa, "robotizada", va acompañada de la ausencia de sentimientos por parte de los protagonistas, de las acciones puramente racionales (teniendo en cuenta la mente de los protagonistas). Por lo tanto la obra conmueve y causa escalofríos por ese automatismo en las acciones guiadas exclusivamente por la lógica. Organizada en capítulos cortos (cada uno se puede leer como una fábula cruel), va mostrando la vida de unos gemelos narrada/anotada por ellos mismos, estando la guerra siempre como telón de fondo o más bien personaje principal (se nos describen escenas realmente aterradoras).

Obra sobresaliente y terrible.

Una de las escenas más impactantes:

El oficial coge a nuestra madre en sus brazos, pero ella le rechaza. El oficial va a sentarse en el jeep y pone el motor en marcha. En ese momento exacto se produce una explosión en el jardín. Después vemos a nuestra madre en el suelo. El oficial corre hacia ella. La abuela quiere apartarnos. Dice:
-¡No miréis! ¡Entrad en casa!
 El oficial jura, corre a su jeep y se va como una exhalación.
 Nosotros miramos a nuestra madre. Los intestinos se le salen del vientre. Está toda roja. El bebé también. La cabeza de nuestra madre cuelga encima del hoyo que ha hecho el obús. Sus ojos están todavía abiertos y mojados de lágrimas.
 La abuela dice:
-¡Id a buscar la pala!
 Ponemos una manta en el fondo del hoyo y colocamos encima a nuestra madre. Sigue llevando al bebé apretado contra su pecho. Las tapamos con otra manta y después llenamos el agujero de tierra.
 Cuando nuestra prima vuelve de la ciudad pregunta:
-¿Ha pasado algo?
 Nosotros decimos:
-Sí, un obús ha hecho un agujero en el jardín.