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domingo, 27 de diciembre de 2015

La exuberancia del culo

Mientras paseaba tranquilamente, sujetando su Dinesen con ambas manos, una irrupción interrumpió la lectura del paseante, obnubilado ante la presencia del mejor culo jamás avistado. Se contoneó delante de sus ojos, que quedaron hechizados e hipnotizados por la curvatura afrutada y el contoneo extasiante de dicha criatura con vida propia. Cada vez que daba un paso los pliegues se marcaban en la ajustada falda y todos los órganos y sentidos del admirador se erizaron; resultaba imposible resistirse ante tal belleza y voluptuosidad. En aquel momento, hubiese dado igual que la portadora hubiera tenido un horrendo rostro o peor aún, que su espíritu estuviese poseído por el mismísimo diablo, el placer visual obtenido fijaba toda la atención en el Dios Culo, la imaginación atravesaba todas las células, su visión se tornaba iridiscente, lisérgica. Incluso hubiera dado lo mismo que del elemento supremo emanase el olor más nauseabundo del mundo, empero para el extasiado voyeur se hubiese tornado en la más exquisita fragancia de rosas. «No hay nada que se pueda comparar con un gran culo, ni tan siquiera los senos más hermosos del mundo o el rostro más vicioso de cuántos existieran podrían competir con un gran culo», se dijo el caminante para sus adentros, una vez el culo que revolvió todas sus entrañas hubo desaparecido. Ya más sereno, en casa, aunque todavía con la imagen imborrable en su mente, reflexionó: «En realidad, un culo es suficiente para enamorar a una persona. No importa el carácter, la personalidad, la guapura, la inteligencia, la bondad, el atrevimiento, la valentía, la simpatía, la conversación, etc. si se trata de un gran culo»; a continuación «por un culo se han destuido Imperios, se han malogrado innumerables vidas, se ha ofendido a los Dioses, cuando se trata de un culo, el único Dios es el mismo culo»; y para terminar «la supremacía de los culos frente a cualquier otro factor en el mundo de los hombres es exultante».

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