Valencia, fútbol y otras cosas

domingo, 27 de diciembre de 2015

La exuberancia del culo

Mientras paseaba tranquilamente, sujetando su Dinesen con ambas manos, una irrupción interrumpió la lectura del paseante, obnubilado ante la presencia del mejor culo jamás avistado. Se contoneó delante de sus ojos, que quedaron hechizados e hipnotizados por la curvatura afrutada y el contoneo extasiante de dicha criatura con vida propia. Cada vez que daba un paso los pliegues se marcaban en la ajustada falda y todos los órganos y sentidos del admirador se erizaron; resultaba imposible resistirse ante tal belleza y voluptuosidad. En aquel momento, hubiese dado igual que la portadora hubiera tenido un horrendo rostro o peor aún, que su espíritu estuviese poseído por el mismísimo diablo, el placer visual obtenido fijaba toda la atención en el Dios Culo, la imaginación atravesaba todas las células, su visión se tornaba iridiscente, lisérgica. Incluso hubiera dado lo mismo que del elemento supremo emanase el olor más nauseabundo del mundo, empero para el extasiado voyeur se hubiese tornado en la más exquisita fragancia de rosas. «No hay nada que se pueda comparar con un gran culo, ni tan siquiera los senos más hermosos del mundo o el rostro más vicioso de cuántos existieran podrían competir con un gran culo», se dijo el caminante para sus adentros, una vez el culo que revolvió todas sus entrañas hubo desaparecido. Ya más sereno, en casa, aunque todavía con la imagen imborrable en su mente, reflexionó: «En realidad, un culo es suficiente para enamorar a una persona. No importa el carácter, la personalidad, la guapura, la inteligencia, la bondad, el atrevimiento, la valentía, la simpatía, la conversación, etc. si se trata de un gran culo»; a continuación «por un culo se han destuido Imperios, se han malogrado innumerables vidas, se ha ofendido a los Dioses, cuando se trata de un culo, el único Dios es el mismo culo»; y para terminar «la supremacía de los culos frente a cualquier otro factor en el mundo de los hombres es exultante».

domingo, 13 de diciembre de 2015

Domingos de agosto, de Patrick Modiano

Si algo borda Modiano es que el lugar donde ocurre lo narrado se convierte en un personaje importante más, que cobra vida en la historia, transmitiendo cierta sensación de nostalgia. En Domingos de agosto ese lugar vívido es Niza. Lo que en principio parece una historia de (des)amor se convertirá en novela negra, al ritmo de la prosa envolvente del autor, que logra captar el interés del lector e introducirlo en su mundo de desechos, de perdición, de infelicidad; de presente desdichado ante la vista del pasado. Si bien su estilo es reconocible e inconfundible, se trata de una obra menor, que parece terminada (¡o incluso ya empezada!) a la carrera o con ausencia de ideas. Seduce pero no conmueve. No obstante siempre resulta recomendable deleitarse con la prosa y las atmósferas que inventa Modiano.

Rescato dos citas de la breve novela que encierran mucho más de lo que a priori expresan:

"A veces basta con unos pocos años para acabar con muchas pretensiones." (p.27)

"Pero nada más regresar me volvía la confianza. Sylvia leía (...) Mientras estuviera conmigo, no tenía nada que temer." (p.41)

Todos los que tenemos cierta edad somos conscientes de que muchos de nuestros sueños y anhelos de juventud se han resquebrajado ante la imposición de la "vida adulta" en sociedad; y además, hemos experimentado esa sensación de ser invencibles, de atesorar una confianza sublime, en compañía de una persona especial, con la que sentimos complicidad.

jueves, 10 de diciembre de 2015

El gran cuaderno, de Agota Kristof

Tras leer El gran cuaderno es inevitable que surja en la mente del lector otra obra literaria, en concreto El extranjero de Albert Camus. Y es que lo que se le achaca en muchos casos a la novela del francés, la supuesta deshumanización del protagonista (ese inicio: "Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.") que no es tal, como comprobamos en una soberbia segunda parte, sí es adecuada para la novela de Agota Kristof. La prosa seca, directa, "robotizada", va acompañada de la ausencia de sentimientos por parte de los protagonistas, de las acciones puramente racionales (teniendo en cuenta la mente de los protagonistas). Por lo tanto la obra conmueve y causa escalofríos por ese automatismo en las acciones guiadas exclusivamente por la lógica. Organizada en capítulos cortos (cada uno se puede leer como una fábula cruel), va mostrando la vida de unos gemelos narrada/anotada por ellos mismos, estando la guerra siempre como telón de fondo o más bien personaje principal (se nos describen escenas realmente aterradoras).

Obra sobresaliente y terrible.

Una de las escenas más impactantes:

El oficial coge a nuestra madre en sus brazos, pero ella le rechaza. El oficial va a sentarse en el jeep y pone el motor en marcha. En ese momento exacto se produce una explosión en el jardín. Después vemos a nuestra madre en el suelo. El oficial corre hacia ella. La abuela quiere apartarnos. Dice:
-¡No miréis! ¡Entrad en casa!
 El oficial jura, corre a su jeep y se va como una exhalación.
 Nosotros miramos a nuestra madre. Los intestinos se le salen del vientre. Está toda roja. El bebé también. La cabeza de nuestra madre cuelga encima del hoyo que ha hecho el obús. Sus ojos están todavía abiertos y mojados de lágrimas.
 La abuela dice:
-¡Id a buscar la pala!
 Ponemos una manta en el fondo del hoyo y colocamos encima a nuestra madre. Sigue llevando al bebé apretado contra su pecho. Las tapamos con otra manta y después llenamos el agujero de tierra.
 Cuando nuestra prima vuelve de la ciudad pregunta:
-¿Ha pasado algo?
 Nosotros decimos:
-Sí, un obús ha hecho un agujero en el jardín.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Los siete años de abundancia, de Etgar Keret

En mi primera aproximación a Etgar Keret lo que más destaco es su sentido del humor: directo, afilado, libre de compasión.Los siete años de abundancia se compone de breves relatos autobiográficos, o crónicas ficticias, como se prefiera. No deja de contarnos anécdotas, situaciones vividas, recuerdos, pensamientos, o sentimientos; con una brevedad que corta como el filo de una navaja. Nos escribe acerca de su cotidianidad: la de un israelí burgués que hace cosas de burgueses; la de sus antepasados que tuvieron que huir de Polonia, su "segunda patria"; la de estar mentalizado de que en cualquier momento pueda perder la vida por la guerra; la de sus vivencias con su mujer, y en especial su hijo, Lev. Porque una vez concluido el libro, uno no puede evitar pensar que estos relatos, además de para alimentar su vanidad, están concebidos para homenajear a su hijo, apenas un niño del que se siente especialmente feliz de ser padre. Pese al dolor que transmiten algunas de sus páginas, siempre queda la sensación de que Etgar le quita peso a la trascendencia, añadiendo supuesta superficialidad que en realidad son dosis de cotidianidad y humor. 

domingo, 15 de noviembre de 2015

Gerard Damiano: el pornógrafo indie, por Paco Gisbert

Los de mi generación o las posteriores rara vez hemos concebido el cine porno como disciplina artística y ni mucho menos, intelectual. Vemos porno sólo para excitarnos, para liberar tensiones, como ayuda para obtener placer, para jugar. Pero hubo una época donde las películas porno se llamaban películas X y se exponían en cines, y en esa época, había directores que utilizaban el cine con sexo explícito como medio para expresar sus inquietudes vitales. Como relata Paco Gisbert en Gerard Damiano: el pornográfo indie, el propio Damiano fue uno de ellos. No es baladí el comienzo del libro, que pretende despejar cualquier atisbo de duda en la objetividad de lo que se nos cuenta, cuando hace mención a los episodios en los que figuras del cine de la talla de Sergio Leone y John Cassavetes se declaran admiradores, más todavía: deudores, de Gerard Damiano. Estamos avisados.

Gisbert hace un repaso vital de la figura de Damiano a partir de las obras del director del cine X; ya que como director comprometido intelectualmente con sus obras plasma sus ideas, pensamientos, inquietudes, experiencias, etc. a partir de éstas. El autor nos va desgranando detalles de la altura de los filmes de Damiano, haciendo valoraciones e interpretaciones, además de contarnos cómo se fraguaron, la elección actoral y en definitiva, la problemática para acometer los diversos proyectos que pretendía poner al cine X en el lugar que merece. Todo ello con el contexto de cada época perfectamente explicado -se nota que Gisbert es un conocedor y estudioso de lo relacionado con el cine X-. En el comienzo eran los loops y el video fue el final.

Una de las mayores virtudes del libro es que sin caer en la adulación o el panegírico, permite que el lector abra la mente hacia otro tipo de cine porno, que existió, para hacer otro tipo de valoraciones: porque quizá, según se nos cuenta, sea el cine como el que realizaba Gerry el que más se acerca a la vida real, sin la censura sexual a la que está expuesto la mayoría del cine convencional.

Una vez leído, aparte de entrarle al lector ganas de visualizar películas como Garganta profunda (Deepthroat), El diablo en la señorita Jones (Devil in Miss Jones), Memories within Miss Aggie, Skin-Flicks y un largo etcétera, resuenan en la cabeza nombres como Linda Lovelace, Georgina Spelvin, Annie Sprinkle o Moana Pozzi.

(Las actrices porno, al contrario que los árbitros de fútbol, sí que sabían escoger nombres ficticios).

Me temo que directores como Gerard Damiano y libros como éste de Paco Gisbert contribuyen a dejar patente la dignidad del cine X, y por añadidura, la dignidad de los que trabajan en el cine X. 

Si bien es cierto que el libro desprende un poso nostálgico: como diciendo: en el porno, cualquier tiempo pasado fue mejor (al menos a nivel artístico e intelectual). Aunque hay que tener en cuenta que, por lo que desprende el texto, hombres como Gerard Damiano fueron rara avis o minoritarios en la industria del cine X. (Ahora ni eso).

lunes, 6 de abril de 2015

Kundera cuando chochea

 Era el mes de junio, el sol asomaba entre las nubes y Alain pasaba lentamente por una calle de París. Observava a las jovencitas que, todas ellas, enseñaban el ombligo entre el borde del pantalón de cintura baja y la camiseta muy corta. Estaba arrobado; arrobado e incluso trastornado: como si el poder de seducción de las jovencitas ya no se concentrara en sus muslos, ni en sus nalgas, ni en sus pechos, sino en ses hoyito redondo situado en mitad de su cuerpo.
 Eso le incitó a reflexionar: si un hombre (o una época) ve el centro de la seducción femenina en los muslos, ¿cómo describir y definir la particularidad de semejante orientación erótica? Improvisó una respuesta: la longitud de los muslos es la imagen metafórica del camino, largo y fascinante (por eso los muslos deben ser largos), que conduce hacia la consumación erótica; en efecto, se dijo Alain, incluso en leno coito, la longitud de los muslos brinda a la mujer la magia romántica de lo inaccesible.
 Si un hombre (o una época) ve el centro de la seducción femenina en las nalgas, ¿cómo describir la particularidad de esa orientación erótica? Improvisó una respuesta: brutalidad; gozo; el camino más corto hacia la meta; meta tanto más excitante por ser doble.
 Si un hombre (o una época) ve el centro de la seducción femenina en los pechos, ¿cómo describir la particularidad de esa orientación erótica? Improvisó una respuesta: santificación de la mujer; la Virgen María amamantando a Jesús; el sexo masculino arrodillado ante la noble misión del sexo femenino.
 Pero ¿cómo definir el erotismo de una hombre (o de una época) que ve la seducción femenina concentrada en mitad del cuerpo, en el ombligo?
La fiesta de la insignificancia, Milan Kundera.
Milan Kundera es un escritor que con 85 años, a la edad en que cualquier mortal chochea, se saca párrafos como el que transcribo de la manga.

domingo, 29 de marzo de 2015

En momentos de insomnio

“Nada. Pero no es la misma de siempre. Es, hoy, una nada henchida de presagios. Una resignación activa. Estuve pensado que nadie me piensa. Que estoy absolutamente sola. Que nadie, nadie siente mi rostro dentro de sí ni mi nombre correr por su sangre. Nadie actúa invocándome, nadie construye su vida incluyéndome. He pensado tanto en estas cosas. He pensado que puedo morir en cualquier instante y nadie amenazará a la muerte, nadie la injuriará por haberme arrastrado, nadie velará por mi nombre. He pensado en mi soledad absoluta, en mi destierro de toda conciencia que no sea la mía. He pensado que estoy sola y que me sustento sólo en mí para sobrellevar mi vida y mi muerte. Pensar que ningún ser me necesita, que ninguno me requiere para completar su vida.” Diarios, Alejandra Pizarnik (1)

Tenemos que ser sólo amigos. Nada más. Todos los domingos por la noche B. se decía lo mismo, y todos los lunes por la mañana, al ver a S., sus planes y pensamientos se desmoronaban. Y es que por más que él quisiera, la atracción no forma parte de la razón, y por tanto no se puede controlar con dosis de racionalidad. Ni siquiera con una voluntad de hierro. Sí, la fuerza de voluntad puede evitar que se traspasen determinadas líneas, pero no que no siga sintiendo lo que uno siente.

La obsesión por S. le estaba matando, no en sentido literal, aunque casi. Sufría al no verse correspondido. Probablemente había entrado en la friendzone y si no lo había hecho todavía estaba próximo a ello; cuando en realidad eso es lo último que quería B. Ya sabemos que todas las semanas al acabar el finde se repetía una y otra vez lo de ser amigos y demás chácharas para esquivar el sufrimiento que le causaba la espera, la cruel indiferencia, como también que todos los lunes cuando se arrimaba a su “deseada” se le quedaba cara de bobo. A veces intentaba fingir indiferencia, hacerle caso omiso, pero esto también le hería porque lo que verdaderamente quería es estar cerca de ella, con ella. Hablar, reír, abrazar, acariciar, besar, follar. No necesariamente en este orden. Y en cambio tenía que conformarse con ser un compañero; con cierta intimidad y afinidad, cierto es, que a B. le sabía a muy poco. A casi nada. La sensación de amargura le llegaba cualquier día azaroso, de repente, sin previo aviso. Una vez su cabeza empezaba a dar vueltas era incapaz de pararla, se veía absorbido por la maraña de pensamientos que regían en su cerebro, y que le dañaban de forma inmisericorde. Dolor y malestar, transmitidos a través de una mirada sombría, era lo que sentía en aquellos momentos. Le molestaba, le jodía profundamente, que S., la afín S., no fuera capaz de fijarse en él como hombre. Le molestaba más aún que se fijara en otros hombres, que quedase para salir con ellos, que se los tirase. Mientras él, el muy imbécil, se quedaba con cara de lo que era. Idiota. En realidad no le molestaba que se relacionase con otros hombres, ni que se los follara, sino que él no fuera uno de los escogidos para esos menesteres. En temas sexuales y amorosos su pensamiento era más bien liberal: siempre presumía de saber distinguir entre amor y sexo, y en cuanto tenía oportunidad no dudaba en anunciar que él estaba a favor de la poligamia sexual, ejercida por ambas partes. Claro que B. nunca se ha enamorado. Y el camino que separa a la teoría de la práctica es un abismo.

Una noche insomne sufrió un disparo de veneno mental. Pese a que tenía que madrugar para trabajar al día siguiente, se mostraba inmune al sueño. La vigilia se apoderó de su mente. Atribulado y cabizbajo, con unas incesantes ganas de mear merced a una incontrolable y fatigosa polidipsia que le sorprendió durante la tarde, se levantó y empezó a recopilar los “flashes” que le venían a la cabeza. Una tormenta de pensamientos que se le escapaban de la mente, y que lo sumía en la desdicha, la pesadilla, el terror de ser consciente de lo que le depararía la vida. A veces odiaba pensar y pensar y pensar y no poder parar: introducirse en un torbellino del que sólo la fatiga le podía sacar. Mientras bebía agua abundantemente y con fruición, cogió un cuaderno de anotaciones que siempre llevaba encima y un bolígrafo y anotó:

“3.11 am. Pienso en la depresión de vivir. La vida como sinsentido, como experiencia existencial poco o nada gratificante, como evento totalmente absurdo, aparte de fuente de dolor y enfermedades y sufrimientos y malestar y toda clase de sentimientos abyectos que van sumiendo a uno en el pesar. Dar vida a un ser es algo que, en general, es muy apreciado en la sociedad humana, cualquiera que sea. Empero a mí me parece un acto del todo egoísta por parte del ser; sin negar que decide perpetuar la especie en parte por el instinto de supervivencia, sí, me parece que también lo hace por miedo. Miedo a quedarse solo. Miedo a sentir el vacío y el vértigo que provoca la propia sensación de vivir. Miedo a sentirse perdido, alienado, a darse cuenta que está en un mundo que no tiene sentido ni significado. Miedo a verse obligado a afirmar que la existencia propia es efímera e insustancial. Desde este punto de vista: la descendencia se convierte uno de los mejores entretenimientos para otorgar un sentido irreal, una significación que va más allá de todo razonamiento, a esta locura que llamamos vida. Parezco estar en un laberinto del que no puedo escapar; sin ilusión, haciendo cosas por inercia, o simplemente, porque hay que hacer algo; derrochando el tiempo que me han concedido en cosas y acciones insustanciales; trabajando porque es el método más efectivo que ha inventado el hombre/la mujer para cambiar el tiempo que se pierde por algo que te ayuda a, o que parece imprescindible para, vivir: es una manera honrada de conseguir el vil metal que domina el mundo. Soy un extraño entre coetáneos: me pregunto si vivo, veo o siento realidades distintas a las que puedan vivir, ver o sentir otras personas. Personas que me rodean, que veo pasar a toda prisa por la calle, que me pitan desde su coche cuando voy a menos de cincuenta por hora. Me hago este tipo de reflexiones y acabo sumido en una espiral de la que no puedo extraer nada concluyente. Tan sólo sé que de vez en cuando me invade una sensación de amargura que se descontrola y descarrila. Noto su presencia constantemente, aunque la mayor parte del tiempo logro contenerla hasta hacerla casi imperceptible. La desazón de tener una vida sin objetivo, sin sentido, sin ambiciones, sin amor; de seguir la corriente de la marea, a merced de las eventualidades y las circunstancias. Y no obstante, tengo miedo a morir; también a las posibles eventualidades que pueda depararme el futuro. Sobre la muerte física a veces pienso que nadie está preparado para ello. ¿Cómo se explica si no que incluso moribundos y enfermos con intensísimo dolor se resistan tan concienzudamente a dejar el mundo que conocemos? Probablemente se deba a que más allá, después, no hay nada. Nos convertimos en comida para gusanos o abono para árboles. Si acaso, dejamos un recuerdo que va perdiendo intensidad, nitidez y brillo en las personas más allegadas. De ahí la necesidad de las imágenes: nos recuerda lo que hemos sido (a nosotros mismos y a otros). O más bien, lo que hemos creído ser. Uno deja la vida para siempre. La reencarnación, el paraíso, el purgatorio, yo-qué-sé. Ilusiones por saber de antemano que no se ha aprovechado lo suficientemente bien la vida que le ha tocado a uno vivir. Ignorancia ésta (referente a la Muerte, todos somos unos absolutos ignorantes) de la que se aprovechan las religiones. Me resulta inevitable pasar de un tema a otro, de un pensamiento a otro, apenas desarrollado o directamente sin desarrollar: una vez estás metido en el torbellino te dejas arrastrar intentando plasmar todo lo que tu capacidad te permite. En mi caso la capacidad es más bien exigua.

3.47 am. Mi cabeza sigue dando vueltas a sí misma. Intento poner en orden algo de lo que rige dentro del cerebro. Es complicado. Suspiro. ¿Es posible que haya gente que no pueda experimentar la felicidad? ¿Gente que por mucho que tenga, que consiga, que sienta: siempre verá el vaso medio o casi completamente vacío? A veces envidio a la gente optimista, la extrañeza que produce en mí esa ilusoria vivacidad e intensidad, que no puedo evitar pensar es en parte forzada. Alguna vez me gustaría dejarme llevar por ese torrente de pensamientos inanes, probar las sensaciones de otros en mi propio cuerpo. Me molesta ser tan consciente de las cosas con respecto a mí en ese sentido. Soy pesimista por vocación; sospecho que en realidad me gusta regodearme en ese pesimismo que rara vez se aleja de mi cabeza. A veces experimento espejismos. Pero enseguida llega el pesimismo con su martillo para poner las cosas en su sitio, es decir, hechas jirones y desperdigadas por el suelo. Creo que en el fondo me gustaría ser un maldito, un incomprendido, un alma atormentada con inherente magnetismo. Por eso me atraen tanto los temas que podrían considerarse sombríos.

4.02 am. Hora de dormir. Si no lo consigo (dormirme) leeré algún libro. Debo quitarme la careta y confesar: en realidad todo esto viene dado por el hecho específico de que precisamente hoy, decía, viene dado porque, la mujer que me atrae probablemente esté jodiéndose a, follándose a, o lo que es más insoportable para mí, haciendo el amor con, otro. Ese otro me excluye a . La desdicha del que se siente rechazado, vencido; que a su vez otorga dicha por sentir algo humanamente natural, lo que en parte significa que pese a la pose, no he renunciado a la vida y a la esperanza. Pese a todos los tormentos, en el fondo de mi ser, existe un haz de ilusión. Todavía se divisa una luz en las profundidades de las entrañas. Debe imponerse a ríos desbocados, lluvias torrenciales, aguaceros, tsunamis.”

Al narrador le gusta pensar que lo hará.

(1) Diarios, Alejandra Pizarnik, 1954-1971. Editado por Lumen.

domingo, 22 de marzo de 2015

Después de los 25

“La carta es de ella. Tiembla. Le embarga un repentino recuerdo de la mujer. Seguía siendo la única a quien había amado. ¿Cómo había podido vivir sin ella todos estos años? ¿Cómo había podido tener hijos con otra que no fuese ella?” Una herencia peligrosa, Zafer Senocak (1).

Dice Douglas Coupland, en esa maravillosa y etérea novela llamada Generación X (2), que los veinticinco es la edad crítica para darse cuenta que la vida es una mierda. No es exactamente así, pero lo que sí viene a decir bajo mi punto de vista, es que a partir de esa edad es cuando uno se da cuenta completamente que su vida y la de sus allegados no es cómo se la había imaginado o planteado. El romanticismo, el idealismo o la candidez de pensamiento no tienen cabida en un mundo poblado por gente sumamente egoísta: todo lo malo se pega; y el empobrecimiento de la mente, también denominado pragmatismo por algunos, se esparce como un virus letal hasta dejar a uno sin esperanza. O al menos sin esperanza consciente. Después puede decidir fingir o engañarse a sí mismo; parecer feliz, contento, jovial, agradablemente satisfecho. Pero si se adentra en las profundidades de las entrañas que cubren las actuaciones de cinismo e impostura, verá que el corazón está ennegreciendo a pasos ultrarrápidos, contaminándose hasta dejar que ejerza sólo la función considerada fundamental: latir y así permitir la distribución de la sangre transportadora de gases por todo el cuerpo.

Mi caso personal es deplorable: sólo me he enamorado una vez; y la cosa acabó francamente mal. En realidad ni siquiera puedo afirmar, sin faltar a la verdad, que empezó de forma aceptable. Tendría unos diecinueve o veinte años; creo recordar que fue un lunes siguiente a un satisfactorio fin de semana (por calidad, siempre por calidad, nunca por cantidad). El caso es que mi mirada se cruzó con la de la chica que estaba sentada en el pupitre de delante, en diagonal, y desde entonces no la pude olvidar. Me recordó a una jovenzuela que había conocido en épocas anteriores y con la que había congeniado, y creo que desde la primera vez que nuestros ojos se hablaron, la idealicé hasta hacerla inalcanzable. No sé si había química, desde luego la atracción inundaba la habitación. Intercambiábamos hormonas desde la piel y las glándulas sudoríparas hasta nuestras fosas nasales. Fue un momento mágico en mi cerebro, de los que se recuerdan toda la vida: el torrente sanguíneo y los neurotransmisores embriagan la mente como ninguna de las drogas conocidas es capaz de hacerlo. ¿La mejor droga? Yo siempre contesto que el enamoramiento por flechazo. Es como si te sobrase una tuerca para el completo funcionamiento de la maquinaria, y alguna fuerza inexplicable la hiciera trizas. Por fin los cuentos que te contaban de pequeño, las películas que habías visto, cobraban sentido. En cambio, no todo es tan bonito, al menos no lo fue en mi caso. Sé por qué se dice lo relativo a las “mariposas en el estómago”: cada vez que me acercaba a mi amada me entraban unos retortijones, de los nervios, que me obligaban a huir como un rufián dirección a un váter, en la mayoría de casos previamente inundados de inmundicia: ello me llevaba a pensar que había gente en mi misma situación. Una vez superé los nervios del miedo escénico, llegó la época de parecer completamente idiota: cada frase, cada afirmación, cada emisión procedente de mi boca, además de salir entrecortada era completamente desacertada. Como comprenderéis, es complicado ser más inútil en esta materia. Y a pesar de todo tuve mis oportunidades: la mayoría las desperdicié por cobardía, o por inanidad social pura y dura.

Me rechazó. Me hundí. Mi autoestima quedó por los subsuelos de la ciudad; las alcantarillas se convirtieron en el lugar preferido para autocompadecerme. Y desde entonces, cada vez que la veía o me cruzaba con ella, me sentía mucho más incómodo que cuando me comportaba como un patán. Huía, no sin resentimiento y sobre todo dolor, mucho dolor. Además, en la vía de alejamiento siempre chocaba con cosas, tropezaba y llamaba la atención de tal forma que era imposible que la deseada no avistase mi deserción.

Jamás me masturbé pensando en ella; y es que como decía el maestro Rafael Azcona: “el verdadero amor no se mancilla” (3).

Llegaron los veinticinco y el vacío se apoderó de mi alma. El vacío existencial, la incapacidad de amar, que tan bien expresan los personajes de la mencionada novela de Coupland. La existencia no tenía sentido; en el futuro tan sólo lograba avistar amargura, vacuidad, desesperanza. Somos máquinas y viviría como un aburrido y monótono robot hasta la llegada de mi muerte física. Porque por dentro ya era un cadáver; mi vida carecía de importancia y lo sabía; no había un gran motivo por el que seguir adelante. El desencanto inundaba todo mi ser. Mi mente jugaba con ideas que me hacían perecer prematuramente; aunque obvio, no tenía huevos para llevarlas a cabo.

Cuando ya me había acostumbrado a esta vida gris, carente de interés, plena de fingimientos, con placeres ocasionales; aparece una persona que me hace recobrar la ilusión. Soy consciente que no es la misma ilusión que cuando tenía siete, nueve, trece años; porque hace tiempo que perdí la inocencia y dejé atrás la utopía personal; pero la desdicha desapareció de mis sentimientos comunes y habituales. ¡¡¡Todo ello con una edad que sobrepasa los veinticinco años!!! La persona que me devolvió la vitalidad había aparecido antes en mi vida, de forma marginal; tanto que ni siquiera me había percatado de su presencia. Fue en una cena de grupo cuando me atrajo como un imán atrae al metal: sus facciones, su distinción, su forma de hablar, su estatura, sus movimientos enaltecieron mis sentidos; no podía dejar de mirarla, de observarla, con cierto disimulo (o eso me pareció). Todavía no me he lanzado aunque creo que puede haber química entre nosotros (lo noto en las miradas furtivas que nos lanzamos). No sé cómo saldrá; lo que sí voy a intentar es no cometer los mismos errores que la vez pasada, aunque tengo claro que no voy a renunciar ni a mi personalidad ni a mi forma de ser; porque de conseguir el éxito de esta forma, no me estaría amando a mí sino a un impostor, un impostor que en el fondo de mi ser haría sentirme como la más pestilente y abyecta de las piltrafas. Sería una traición en toda regla. Esto no pretende ser un alegato a favor de la vida, ni una narración que invite a “creer en el destino”; simplemente es un relato de ficción con elementos no ficticios.

Probablemente saldrá mal. En el mejor de los casos no irá como imagino. Pero doy gracias por volver a sentirme vivo. Y es que, en el fondo, mi ideal del amor es sencillo y al mismo tiempo inalcanzable; nada mejor para expresarlo que un fragmento de un cuento de Francisco Ayala (4):

“Seguros ambos de su amistad venidera, de su amor sin explicaciones, se sentaron juntos, en un rincón. Pero esa misma seguridad les vedaba cualquier posible diálogo. Sólo contaba con su efectiva presencia: no tenían pasado, y el porvenir estaba en sus manos, sumiso. ¿Qué frases, qué pretensiones, qué indagación -si todo estaba intuido- cuartearían el bloque de silencio interpuesto entre ellos?
Aurora, dócil a su instinto, eligió la curva irónica. (Es decir, se salió por la tangente.)
-Bailas -dijo- como si estuvieras haciendo instrucción militar. Una vuelta a la derecha y otra a la izquierda.
-Tú, como si atendieras a la música de la luna -respondió Antonio.
Se miraban. Se descubrían las facciones, los movimientos, con la emoción pura del explorador ártico; pero -también- con la curiosidad utilitaria de quien recorre las habitaciones de la nueva casa donde va a instalarse.”

(1) Gefähriliche Verwandtschgat, Zafer Senocak, 1998. Traducido por Carmen Plaza y Ana Rosa Calero y editado por Pre-textos.
(2) Generation X, Douglas Coupland, 1991. Traducido por Vicente Verdú y editado por Ediciones B. El autor tiene twitter propio: http://twitter.com/DougCoupland
(3) Memorias de sobremesa. Conversaciones de Ángel S. Harguindey con Rafael Azcona y Manuel Vicent, 2002. Editado por Aguilar.
(4) Cazador en el alba, Francisco Ayala, 1929. Editado por Alianza

domingo, 1 de marzo de 2015

Jugarle de tú a tú en Mestalla

No deberían estar descontentos, ni mucho menos, los realistas por la ambición en el planteamiento de la Real Sociedad, que quiso derrotar al Valencia con unas armas dignas de alabanza. Mientras les duró la gasolina. 25 minutos. 25 minutos iniciales de fútbol con mayúsuculas por parte de sendos conjuntos, después la balanza y el dominio se decantó claramente por los che. Me gustó especialmente lo juntas que permanecían las líneas de defensa y centro del campo (4-4), con defensa muy adelantada, aunque el portero dellos Rulli sufría el síndrome del área pequeña que a tantos de su misma demarcación aqueja. También me encantó comprobar cómo lograron superar en esos instantes la fuerte presión valencianista, queriendo balón y sin perderlo, llegando; aunque a partir de una táctica curiosa: balón en largo del portero y defensa muy adelantada. De hecho la primera gran aproximación del partido se produjo en el bando vascuence, aprovechando uno de los grandes defectos defensivos del Valencia, balones en largo a la espalda de los defensas (en parte propiciado por la distancia entre las líneas de pressing y defensiva), en este caso Mustafi.

Los primeros minutos del encuentro fueron una batalla táctica importante. Una partida de ajedrez en la que en minutos venideros se impuso con claridad el Valencia. Y qué gozada. Y es que plantear un juego de tú a tú en Mestalla suele pagarse caro, como en su día el Málaga pudo atestiguar. Vimos de nuevo a un estratósferico Parejo: liderando, mandando, creando, llegando, distribuyendo; aprovechando los espacios que creaban los estiletes móviles en banda (Piatti, Feghouli); siendo el primero en presionar la salida del rival (a Negredo se le excluye de esta labor) aprovechando la omnipresencia de Enzo y la sapiencia táctica de Fuego más el rigor defensivo de Feghouli y Piatti; descolgándose a la zona de mediapunta. Como estratosférico es el empeño y el sacrificio de Piatti, el nene de los huevos de oro, que hizo los dos goles y fue justamente ovacionado. Vimos también un fenomenal entendimiento en bandas: Gayà-Piatti y Barragán-Feghouli se entienden, se complementan, se ayudan; juegan al fútbol sin ir de estrellitas. No quisera olvidarme de Fuego, que esta vez ejerciendo sólo de pivote, volvió a aprobar con nota. O del despliegue e intensidad de Enzo. Lo sencillo y bonito que puede ser el fútbol. Esto es fútbol.

(Ojalá se mantuviera un nivel similar de activación, concentración, motivación, etc. en los partidos a domicilio).

sábado, 21 de febrero de 2015

CANCIONES ABSOLUTAMENTE MARAVILLOSAS


Penetran en tu cabeza y activan la sensorialidad de la mente, de forma que teletransportan el receptor a otros mundos, imaginarios, volátiles, ingrávidos, atemporales. El escalofrío recorre todo el sistema nervioso, los centros del placer rebosan voluptuosidad, los poros de la piel se hinchan.

Exacerban la emoción y los sentimientos a partir del ritmo musical, de la voz, etc. pero también de la letra:

Is that the old man walking in the dark 

Take me home where them broken brights 
Are shining down, make me feel alright 
When we were young 
When we were young 

Is that the old man walking in the dark 
Is that the old man walking in the dark 
Shake them bones let me lost tonight 
We'll grow young make me feel alright 
When we were young 
When we were young 

Is that the old man walking in the dark

La putada de envejecer, con la desilusión y desesperanza implícita que conlleva; y el sueño, los recuerdos, la melancolía-nostalgia, los pensamientos sin capar como forma alternativa de abrazar la esperanza e ilusión para con la vida de cuando se era imberbe. En el fondo pensar que se podría alcanzar cualquier cota personal, aun cuando no se tenían claras las nociones de la dirección o el significado de dicha cota. En el fondo creer que el mundo es tuyo y que se hizo así para encontrar el lugar que mereces. En el fondo eludir las aburridas responsabilidades de la adultez, que día a día van matando el fuego interno (¡la vitalidad!) de sus propios cuerpos y de quienes les rodean.

Cuando eramos jóvenes...
Cuando fuimos jóvenes...

«Me paso el día entero diciendo que estoy encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de ésas».

Discurso introductorio a la teoría del vaciamiento del centro

Buenas, a todos, a todas, a tí, cariño, a ti también, joputa, me he fijado en una táctica que emplea el Valencia que considero interesante, y para dar notoriedad a mi decubrimiento, he ideado una teoría, sí, una teoría con un nombre muy chulo, es la teoría del vaciamiento del centro, ¿qué cómo se me ha ocurrido?, pues evidentemente gran parte se debe a mi genio y creatividad, ¡y qué mejor que elegir un nombre llamativo y pretencioso para darme aires de importancia!, pues sí, lo reconozco, todo esto que os estoy contando no es más que para alimentar mi ego, mi enorme ego, soy yo el decubridor de la teoría del vaciamiento del centro. ¿No os habéis fijado? ¡Pero si es evidente! Jum, evidente para un cerebro como el mío, claro. Privilegiado. El señor Espírito Santo, principalmente en situaciones de ataque, a menudo deshabita la zona central o la reduce al mínimo de efectivos, porque busca un equipo de golpes dejando en un tercer plano la elaboración central, estéril o no. De hecho, aun no estando Negredo sobre el campo, contad el número de veces que Diego Alves ha buscado en largo a Gomes, cercano a la frontal, para recibir de espaldas, y por supuesto, una vez dentro del campo, también a Shark. Más de cuatro seguro. Observad también muchos de los ataques ches, cómo se forma un cráter en zona central formando un ejército de jugadores alrededor del círculo, cómo los centrocampistas-medusas se van a la frontal  o escoran su posición a banda, mientras Fuego se queda de lugarteniente defensivo. Observad ese falso movimiento browniano, el comportamiento de los ejecutores, que prescinden voluntariamente de la ocupación del centro con el propósito de dispersar la defensa rival y a su vez renuncian a la creación pausada y lenta, y en caso de pérdida se busca atacar el espacio en velocidad, es decir, anticipar en recepción, y si no es posible, repliegue rápido de un equipo aparentemente partido en dos aunque con nexo de unión a través de los laterales-extremos en banda, por lo tanto, un nexo atípico, excéntrico, distinto a lo que uno podría esperar. Pero el vaciamiento del centro, por lo que conlleva implícitamente, concede espacios en esa zona central que el equipo rival, si no se ha dispersado y si no le ganan en anticipación, puede aprovechar, para a continuación buscar rápidamente las lanzas de ataque a la espalda de la defensa, quizá la mayor debilidad defensiva que ha mostrado el Valencia a lo largo de la temporada. Nuno confía mucho en sus jugadores defensivos, ya sea frenando al rival para permitir la llegada de apoyos, como en las situaciones de defensa individual más cobertura. No me hagáis mucho caso, eh, probablemente esté delirando en mi síndrome de megalómano, lo sé, cuando mi cerebro se pone a elucubrar y asociar e imaginar e inventar es difícil de parar, aunque al final sólo logre transmitir un esbozo de lo que pasa y se pierde en él a la velocidad de la luz. Agradeceros vuestra atención, je, a todos los que habéis aguantado sin abandonar esta escueta introducción, mero apunte. ¿Hay alguien ahí? ¿Hola? Jo, parece que la soledad me persigue. No consigo deshacerme de ella. ¿Seré un petulante?

jueves, 19 de febrero de 2015

Valoraciones primera vuelta Valencia CF

Las de Mario Selma

Diego Alves: 8. Ha salvado al equipo en varios partidos, debajo de los palos es Ed Warner. Pero en cuanto sale un poco del área pequeña... Peligro en balones aéreos y por su forma de jugar "acula" al equipo (hacia área propia).  
Yoel: 0. Desastroso. Para traer a un sucedáneo de Guaita, me quedo con el original. Al menos cobrará menos, espero.  
Barragán: 7,5. Correcaminos, es una bestia parda físicamente. Sube muy bien sin balón. Aunque se le reprocha que falle bastantes centros, da sensación de peligro. Para mí su principal debilidad es la concentración defensiva: esos fuera de juego...
Cancelo: 6. Se le ha visto poco. Ofensivamente: técnicamente parece un superdotado aunque muchas veces decide mal. Defensivamente: muy flojo. ¿Será un Daniel Alves 2.0? Ojalá.  
Mustafi: 7. Seriedad y sobriedad. Cumplidor. Se siente más cómodo cerca del área propia que adelantado, le cuesta ir a y acertar en la anticipación, cosa que no me agrada especialmente. Alumno aplicado que siempre saca buenas notas, sin mostrar brillantez. El típico que se enrolla con la profesora cañón de instituto/universidad sin que uno sepa muy bien cómo.  
Vezo: 7. En el primer partido secó a Bacca. En lo poco que ha jugado se le ha visto bastante bien, aunque sin continuidad es complicado. Yo soy vezoísta porque se atreve con todo, a pesar de algunos fallos de concentración.  
Otamendi: 8,5. Domina en el juego aéreo y anticipación. La mula no duda en imponer su ley en cada partido. El líder de la defensa.  
Orban: 7. Bastante bien en la faceta defensiva: muy correoso en la marca y voluntarioso. Para superarle hay que sudar tinta. En ataque, eso sí, poca cosa aparte de juego aéreo.
Gayá: 9. Superdotado. Excepcional en todos los sentidos y aspectos. El mejor lateral izquierdo del mundo.
Filipe Augusto: 0. Con sus malas decisiones ha contribuido a que el equipo pierda puntos. Carece de técnica e inteligencia táctica. No sirve.  
Parejo: 9. Metrónomo y termómetro del equipo. Ha asumido un rol más serio y menos vistoso, es el sostén ataque-defensa (y viceversa). Sumar a ello los goles por llegada desde segunda línea. Se complementa a la perfección con Gomes.  
Fuego: 8,5. Sobresaliente trabajo sumatorio. El amigo que siempre quieres tener, el novio que todas las madres quieren para sus hijas. No llama la atención ni atrae focos, pero caray, ¡qué jodidamente bueno es en lo suyo!  
André Gomes: 8. De menos a más, como catalizador es abrumador. Técnica, zancada, resistencia,… le falta presencia y manejar mejor el tempo de los partidos. Con experiencia… 
Feghouli: 7. Torbellino, bastión. Molan mucho sus cabalgadas y sus regates con retruc, ha sido incisivo y peligroso, siempre lo intenta, si bien es cierto que cuando no tiene el día es una rémora.  
Carles Gil: 6. Le ha faltado pegada. Tiene muy buenas condiciones pero no las ha mostrado en su esplendor. ¿De qué sirve un regate si después no se aprovecha?  
Piatti: 9. ¡Viva su novia! Lo que le falta en altura le sobra en peso de sus cojones. Cuando los compis se los vean en la ducha seguro que quedan asombrados. Ida y vuelta, sacrificio, punta de lanza en contras, excelso a balón parado, comprometido,… ¡Pon un Piatti en tu equipo!  
De Paul: 6,5. Se le ven muchas maneras que apenas hemos podido percibir a cuentagotas por la falta de continuidad. Sin llegar a Fede, muchas veces abusa de la individual o retención. Pero inventa cada una que… oh là là!
Negredo: 6,5. Bajo de ritmo por la lesión. Lento y ayudando poco en defensa, aunque arma muy a tener en cuenta como delantero-pívot y rematador. En la segunda vuelta la debe romper.
Alcácer: 8. De más a menos. Su inicio fue espectacular: una mezcla entre Torpedo Müller y Patrick Kluivert. Calidad a raudales, trabajo defensivo impagable, personalidad. Su (falta de) físico suele llevar a engaños. El bache actual le debe hacer más fuerte.  
Rodrigo: 5,5. Malas decisiones y exceso de individualismo en cada acción. Dominado por el ego y el ansia de gol, Alcácer parece su peor enemigo (rara vez le pasa un balón en condiciones decentes, si es que se la pasa). Jugó muchos minutos de más por decreto.  
Nuno: 7,5. Tantos conocimientos tácticos como decisiones deportivas y extradeportivas dudosas. No me gusta que me mientan burdamente, y Nuno lo hace continuamente en rueda de prensa. Ya me encargaré yo de demostrar si soy o no un borrego. Me gusta el espíritu aguerrido del equipo. Diría mucho más, pero la brevedad que me exigen no lo permite.

martes, 3 de febrero de 2015

Algunos detalles técnico-tácticos del Málaga vs. Valencia

1. Con el marcador en empate a 0, el principal arma ofensiva del Valencia era el balón en largo a Negredo y que éste dejara o prolongara. Cuando se intentaba salir con el balón desde atrás, se intentaba la salida lavolpiana, incrustándose Fuego entre los centrales y subiendo los lateraes. También se buscaba la llegada por banda a través de Gayà y Cancelo, sin embargo, menos de lo que hubiera sido necesario a tenor de la autopista malaguista en esta zona del campo.

2. El Valencia jugó con un 4-4-2 al uso, con dos línea de 4, nunca con rombo, simplemente Parejo y Gomes fueron jugadores "de banda" con tendencia interior. Especialmente se apreciaba en el repliegue, por otra parte muy acusado, y que tendía al "pressing" (descoordinado, lento) una vez el balón iba a cualquiera de las bandas malaguistas. Al no ser efectivo ese pressing, creaba desbarajustes y facilitaba "huecos" que los futbolistas del Málaga supieron aprovechar.

3- El inicio fue de intensidad y poca clarividencia por parte de ambos. El primer gol se podia decantar por cualquier lado de la balanza.

4. El gol de Samu Castillejo obligó al Valencia a adelantar mucho la línea defensiva, mostrando claramente las carencias de Alves y los centrales. Especialmente con posesión de balón se adelantaba la línea defensiva hasta el círculo central, no acompañando Alves la subida -en esa situación debe ejercer de líbero y apoyo tanto en la configuración de jugada como en la anticipación a balones largos del rival-, sino que se quedaba muy alejado en área propia. El problema es que el balón duraba poco en pies valencianistas, y por ello, también se defendía con la defensa adelantada (si no daba tiempo a repliegue) y un abismo entre centrales y portero, que malaguistas intentaron aprovechar vía balones en largo (¡qué sencillo es el fútbol!) mayoritariamente. Tampoco ayudó que ni Negredo ni Rodrigo ayudasen apenas en presión (van de estrellas), y que ninguno de los medios estuviese especialmente acertado con y sin balón. Jugar con defensa adelantada, sin presionar tras pérdida y con una distancia sobrenatural entre portero y resto es un suicidio. Aún tuvo suerte el Valencia al llegar al descanso con un gol de desventaja.

5. No entendí el cambio de Alcácer por Parejo ni De Paul por Gomes. Los fichajes másmillonarios (Negredo, Enzo, Rodrigo) terminaron el partido.

6. Vista la salida en la segunda parte, decidí "desconectar" para no cabrearme más... aunque sí se podía ver de forma diáfana la ausencia de desmarques y movimientos explosivos (¡¡¡¡aunque sean de arrastre para crear espacios!!!!) en los jugadores atacantes.

7. Decepción. Fuera de casa el Valencia es un mojón.

miércoles, 28 de enero de 2015

Giulio Einaudi sobre la literatura en la TV

«Pienso que sería útil elegir un autor y entrevistarlo sobre el libro. Pero invirtiendo el criterio de la prensa: utilizar el mayor poder de atracción de la TV para concederse cierta calma, no dar una información rápida el día de la salida del libro, que estaría inevitablemente destinada a perderse, dada la índole, como decirlo, menos concentrada de la TV con respecto a un periódico. Una discusión, pues, que pueda convertirse también en análisis: sale este libro, se llama al autor, invitas a un periodista, a un crítico notable, el cual examina con el autor las recensiones que se han escrito sobre el libro, Fulano ha escrito esto, ¿tú que opinas? Que no ha entendido nada. Veo que ese otro ha hablado bien del libro. ¿Por qué? En resumen, toda una discusión sobre el libro: qué acogida ha tenido, qué ha dicho la gente...
Y en cambio todo es muy distinto. En el mejor de los casos, se hacen frases: como Maurizio Costanzo, que de todas formas es el mejor de todos, pero siempre hace las cosas muy personales, de humor y de atmósfera, o de tema general. No es que sean debates sobre el libro. Uno apaga y dice: simpático aquel escritor, ese otro en cambio es un pelma: nunca hay auténtica tensión, positiva o negativa, sobre el libro, ni es eso lo que le interesa a Costanzo. La TV, además, tiene tal fuerza que el libro, aunque estuviera enterrado, resucitaría enseguida en los escaparates. Milagro que difícilmente consigue la pluma más fina.
Mejor aún, llevar, además de al crítico, a dos o tres lectores corrientes y comunes. Ninguna hagiografía, y por lo tanto nada de zalemas, e incluso una crítica demoledora: lo siento mucho, pero hemos demostrado que este libro es pésimo. Cabría incluso llegar a estos extremos, aunque sin destrozar por destrozar, y sin las extravagancias canibalescas a lo Arnaldo Bagnasco, me refiero a aquel programa donde todos se insultaban según la nueva moda de los países donde, según dicen, el público está más maduro desde un punto de vista televisivo y busca emociones nuevas.»

Giulio Einaudi en diálogo con Severino Cesari, Anaya & Mario Muchnik, traducción de Esther Benítez.

sábado, 17 de enero de 2015

Llorar es de blandengues

H., de vez en cuando, no lo podía evitar, se emocionaba al escuchar determinadas canciones. Era como si ese sonido, como si esas voces, como si esas letras entraran directamente al cerebro y activasen el centro emocional de la plorera, para a continuación lubricar ojos y piel con la salinidad de las gotas que emergían del orificio orbital. No podía explicar realmente por qué, sabía que había algo mágico para él en las canciones que conseguían estremecerle, ponerle la piel de gallina y por fin derramar lágrimas, unas lágrimas que contenían sentimientos perdidos en la ruleta de la vida. Quizá se transportara a otras vidas pasadas, al pasado de la misma vida, a vidas alternativas no vividas en la actual, a vidas soñadas, imaginadas... No lo sabía, pero el estrecimiento era tal, la emoción tan grande, la sensación simultánea de alegría y tristeza, de victoria y derrota, de triunfo y pena,... donde al final prevalecían los últimos. Al finalizar la canción le quedaba una sensación de vacío, de inutilidad, ¡de cobardía!, de haber derrochado los momentos de la vida, de estar derrochando los futuros no-momentos imprescindibles, de no poder, ¡no querer!, hacer nada para cambiarlo. Volvía a poner la canción para seguir temblando, estremeciéndose, soñando despierto, transfiriendo la energía mística a todas las células corporales. Volvía la euforia a la que seguía el hundimiento, y por fin, otra vez el vacío. Y de nuevo, escuchaba la canción que tanto placer le proporcionaba, y tanto le erosionaba. Sabía que una vez terminada volvía a la cruda, por mediocre, por monótona, por carente de sabor, realidad. Así que volvía a escucharla, esta vez con el volumen a tope, cerrando los ojos, bailando interiormente, moviendo las extremidades, adaptando el ritmo del corazón a la lírica que dominaba su cuerpo.  
We’re all scared of trenches 
And grow weak at knees 
I want you to know that. 
If all you’ve ever wanted was a dream 
Then you know that I can’t help you. 
But did I show you love 
In the author on my face 
‘Cause you know you left a hollow 
Where your body cut an alcove. 
Did I show you love 
‘Cause the silence never stayed 
It’s a breach I’ll never cover. 
You happened out the back door 
Laying bare this need 
You open up this vessel. 
And gather all the quivers 
That never got to fly 
And a one and only cipher.

 ¡Qué tristeza! La imposibilidad de entenderse eternamente con otra persona, de quererse para-siempre; la imposibilidad de conseguir el amor de la persona que quieres; la imposibilidad de mantener a la persona que te ha marcado.

«El amor verdadero será convulsivo o no será.», como todo el mundo sabe.

Y sólo hay una forma de eternizar el amor en su estado dianisíaco, verdadero, convulsivo: «Una noche en que conducía un automóvil por la carretera de Versalles a París, una mujer a mi lado, que era Nadja, pero que hubiera podido, ¿no es cierto?, ser cualquier otra, e incluso tal otra, con su pie que mantenía el mío pisando a fondo el acelerador, con sus manos que intentaban tapar mis ojos, en el olvido que proporciona un beso sin fin, quería que dejáramos de existir más que el uno para el otro, para siempre sin la menor duda, que de aquella manera nos lanzáramos a toda velocidad al encuentro de los más hermosos árboles. Qué prueba de amor, en efecto. Inútil añadir que yo no accedí a semejante deseo. Es sabido en qué punto estaba yo en aquella época, en qué punto he estado casi siempre, que yo sepa, con respecto a Nadja. No por ello le estoy menos agradecido por haberme revelado, de un modo terriblemente sobrecogedor, a qué nos hubiera conducido en aquel momento un común reconocimiento del amor. Cada vez me siento menos capaz de resistir una tentación semejante en todos los casos. Lo menos que puedo hacer es mostrar mi agradecimiento, en este último recuerdo, a aquella que me hizo comprender casi hasta su necesidad. Ciertos seres, excepcionales, que pueden esperarlo todo y también temerlo todo los unos de los otros, se reconocerán siempre por una fuerza extrema de desafío.»

domingo, 4 de enero de 2015

A pesar del árbitro

Quiénes dicen que los árbitros no influyen en los resultados son o unos cínicos redomados o se tapan los sentidos. Quién elude las cuestiones arbitrales contribuye a que todo siga igual, y por ende, es cómplice de la farsa competitiva. Es cierto que en ocasiones un equipo que sale beneficiado en otras sale perjudicado, pero en general, existe una tendencia que tiende a beneficiar a equipos como Real Madrid o Barcelona frente al resto (o por qué no decirlo, por ej., a Valencia frente a Levante). Es evidente que al rodillo mediático y a los altos cargos de federaciones supuestamente justas no les interesa cambiar estos hechos. En el capitalismo la justicia la da el dinero. Si tienes dinero y poder, la razón es tuya. Ésa es la máxima por la que se rigen Tebas, Villar, Díaz Vega, Sánchez Arminio y la calaña que les pelotea y les mueve el abanico.

Hoy el árbitro Gil Manzano ha salido predispuesto a beneficiar al Real Madrid, y por añadidura, perjudicar al Valencia. Ha sido algo evidente desde el inicio, con un rasero diferente según qué equipo atacara y defendiera. Enumeremos algunas: un minuto después del penalty anotado por Cristiano Ronaldo -¡qué pocos goles de penalty en la temporada!- Pepe le hace penalty a Negredo, al que agarra, coge de la cintura y no deja saltar tras un centro provinente de la banda derecha valencianista. Se puede argumentar que para pitar eso Pepe debería haber matado a Negredo, sobre todo sabiendo que pertenece a determinado club (por cierto, parece guasa pero Pepe ha acabado el partido sin tarjeta). Poco después, Isco roba un balón a Gomes cometiendo falta, el luso asimismo roba el balón a Isco en falta (misma jugada): ¿adivinan que pitó el colegiado? efectivamente, falta de Gomes. Sigamos, Gayà sale al campo por la lesión de Piatti, con la autoriazación del cuarto árbitro, amarilla, que Gil Manzano no le ha dicho que entre al campo. Otra más: piscinazo de Marcelo frente a Enzo que termina en falta y amarilla al propio Enzo por protestar. Y la peor, agresión de Ramos por la espalda a Mustafi (rodillazo sin ton ni son) que no sólo no es señalada como agresión y roja directa, es que ni siquiera le sacan la (segunda) amarilla. Ramos es muy bueno, pero me parece innegable la protección arbitral de la que dispone, definitivamente se ha erigido en sucesor de Fernando Hierro a todos los niveles; si jugara en otro equipo sería expulsado en uno de cada tres partidos y recibiría el trato de cerdo y lindezas más subidas de tono por parte de la prensa y tv amarillista que gobiernan los deportes en este país. (Sólo hace falta echar la vista atrás y ver el trato que recibieron jugadores como Albelda, Pablo Alfaro, etc. durante algún período de su carrera deportiva). Por no mencionar que cada disputa de Orban (enorme) era saldada con falta en contra (como si el árbitro hubiera cambiado las reglas del juego a su antojo).

Es necesario, por todo esto si cabe más, alabar la remontada del Valencia, que ni aún contando con el rasero malo del árbitro bajó los brazos y perdió la cara al partido. No obstante, sigue siendo triste que para ganar al Real Madrid sea necesario hacer el doble por aspectos que no son puramente futbolísticos.

Conviene no olvidarlo.