Gracias a la
invitación de Jorge Diz vuelvo a participar in
situ, si así puede decirse, en la experiencia que supone Arousa Fútbol 7 .
A veces uno no sabe bien por qué, pero existe gente que confía en alguien
instintivamente. Mi tren sale de
Valencia a las 10 am, pero uno que no se fía de sí mismo, decide madrugar en
previsión de alguna equivocación por despiste o por cualquier circunstancia que
escapa a mi control (en Valencia hay dos estaciones de trenes, y pese a que lo
miré, tenía terror a equivocarme). Una buena ducha caliente para despejarse y
sacarse la roña de encima, preparativos de última hora, etc., etc. y llego 40
minutos antes. No puedo evitar entrar al Fnac express que hay en la estación
para ojear los libros, y caigo en la tentación de comprarme la autobiografía de
Pete Townshend, miembro del grupo The Who, del que no soy especialmente
seguidor ni conocedor (aunque en general, me molan sus canciones). 24 leuracos. No soy especialmente cotilla,
pero sí me interesa eso del sexo, drogas y rocanrol de primera mano y
procedente de un miembro élite de la época. Además, me chifla la literatura. Y
por las críticas de la contraportada, parece que me lo pasaré en grande (aunque
casi nunca hay que fiarse de estos
eslóganes). Ya en el tren me dedico a leer Alta fidelidad, de Hornby,
muy cómodo, ya que el tren que se dirige a Madrid va medio vacío. La verdad es
que el libro no es nada del otro mundo en cuanto a prosa pero mola porque habla
de-tú-a-tú; es claro y directo, no engaña, el personajes es un perdedor de treintaypico tacos, algo con lo que
muchos nos podemos identificar. En cambio, vive una vida en cierta medida
acorde a su forma de pensar. Le gustaría ser más guapo, más atractivo, más
inteligente, mejor seductor, mejor follador, etc., etc. (¿y a quién no?). Tono
desenfadado y uso del humor. Especial papel para el ¿amor?; pero no un amor de anuncio, idealizado en el
más positivo de los términos, sino corriente y moliente. Llego a Madrid y me desplazo a la estación de
Chamartín, de ahí me toca un largo trayecto hasta Santiago. Como queda bastante
tiempo para coger el tren, me doy un voltio por los alrededores de Chamartín,
la verdad es que no he pisado mucho Madrid, y he de decir que no me molan nada
las gigantescas avenidas que encuentro y los edificios faraónicos que veo. Me
paro a comer en un bar-restaurante con encanto, un bocata de lomo y una coke, mola porque los pajarillos de la
calle entran a comerse las sobras; de hecho uno se pone encima de la mesa a
menos de un metro de mí. Vuelvo a la estación y espero a que llegue mi tren.
Mientras tanto escribo esto en mi portátil rosa. A mi lado se sienta una chica
mona que parece algo desesperada (por la espera), mientras no para de mover en
sus manos una revista de esas que tanto gustan a las chicas (me fijo
disimuladamente, la Cuore).
Estoy en el
(laaaargo) trayecto hacia Santiago,
después de casi cuatro horas en esta lata de sardinas (aunque los
asientos son amplios) me ha dado tiempo a terminar el libro de Hornby, y darle
un buen mordisco al del guitarrista de los Who. Me ha gustado mucho el final de
Alta fidelidad, los dos últimos
capítulos son excepcionales en cuanto a condensación de un mensaje, que sí, se
puede interpretar como romántico y ñoño. ¿Pero acaso hay algo más entrañable
que que a un perdedor las cosas no le vayan mal del todo? El de Townshend de
momento cuenta las idas y venidas del grupo, desde el prisma del autor en
particular, en su ascensión al éxito. También cuenta los aspectos más
destacados de su infancia y adolescencia. Me tomo un respiro para escuchar un
poco de música. ¿Para cuándo música decente en las líneas de los trenes de
largo trayecto?
Me imagino a todo el tren agonizando. Y, sin embargo, nos comportamos civilizadamente, cada uno ocupando su rinconcito y sin levantar la voz. Esto no puede ser bueno. Es algo que sólo lo imagino en los pirados. El mundo está lleno de pirados y casi todos se dirigen a Galicia.
Por fin en el hotel, me tumbo un poco, pongo los cacharros a cargar, y veo el partido Brasil-Croacia. De momento sorpresa de los croatas, aunque aún queda mucho para terminar. Escribo esto. Mañana comienza el torneo.
Empate de Neymar.
Me imagino a todo el tren agonizando. Y, sin embargo, nos comportamos civilizadamente, cada uno ocupando su rinconcito y sin levantar la voz. Esto no puede ser bueno. Es algo que sólo lo imagino en los pirados. El mundo está lleno de pirados y casi todos se dirigen a Galicia.
Por fin en el hotel, me tumbo un poco, pongo los cacharros a cargar, y veo el partido Brasil-Croacia. De momento sorpresa de los croatas, aunque aún queda mucho para terminar. Escribo esto. Mañana comienza el torneo.
Empate de Neymar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario